Sancho llegó a su rucio, y abrazándole le dijo: ¿Cómo has estado bien mío, rucio de mis ojos, compañero mío? Y con esto le besaba y acariciaba como si fuera persona. El asno callaba y se dejaba besar y acariciar de Sancho, sin responderle palabra alguna.
Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.