Jorge Luis BORGES: "Nadie puede leer dos mil libros. Yo no habré pasado de una media docena. Además no importa leer, sino releer."

miércoles, 29 de enero de 2014

LETTS: Esa almohada fue mi mejor marido

Ahora solo me preocupa el presente. Hoy, aquí y ahora. Me pasé la mayor parte de mi juventud pensando en el porvenir, ya sabes, ay, con quién me casaré, tal vez un abogado, tal vez un futbolista, será moreno, será guapo y ancho de espaldas. Me encerraba en la habitación de arriba. La almohada era mi marido y yo le preguntaba por la oficina, ¿qué tal el día?, y luego por la cena, ¿te ha gustado?, y por las vacaciones, ¿dónde piensas llevarme este invierno? Y él me sorprendía con unos billetes de avión para ir a Belice y nos besábamos... Quiero decir que besaba a la almohada, sí, me lo hacía con la almohada, y luego confesaba que había ido al médico y que estaba embarazada. Así contado suena patético, ya lo sé. Pero todo era muy inocente... Luego la vida real va por otro camino, se hace con el mando, siempre lo hace. Y las cosas nunca son como tú las habías imaginado. Esa almohada fue mi mejor marido.

Tracy LETTS, Agosto, Madrid, Punto de Lectura, 2014.

martes, 21 de enero de 2014

MORO: Ritual matutino

Recuerdo que me levanté temprano el día que tenía planeado volver a Aspen. El sonido de pesados y regulares golpes procedentes del exterior me había sacado de mi profundo sueño. Abrí los ojos y vi que los primeros rayos del sol ya iluminaban el día. Los golpes continuaban y despertaron mi curiosidad. Me asomé a la ventana para ver qué estaba pasando. Para mi sorpresa, vi a Anatoli completamente desnudo, con los pies descalzos en la nieve y un hacha en la mano con la que cortaba leña. Me froté los ojos como un niño con sueño y lo vi dejar el hacha. Dio dos pasos y puso la mano en una olla llena de agua que había estado fuera de la casa desde la noche anterior. Con la mano, quitó los tres centímetros de hielo que se habían formado en su superficie a causa del frío y los arrojó a la nieve. Luego agarró la olla y vertió el agua helada sobre sí mismo. Tras esto, empezó a frotarse todo el cuerpo con la nieve y luego entró en la casa para secarse y vestirse. Mientras hacía todo esto, se había dado cuenta del espectador de la ventana y, riendo, continuó con su delicado ritual matutino.

Simone MORO, Estrellas en el Annapurna, Ediciones Desnivel, Madrid, 2011.

jueves, 16 de enero de 2014

KAVAFIS: La ciudad

Dices: "Iré a otra tierra, hacia otro mar
y una ciudad mejor con certeza hallaré.
Pues cada esfuerzo mío está aquí condenado,
y muere mi corazón
lo mismo que mis pensamientos en esta desolada languidez.
Donde vuelvo mis ojos sólo veo
las oscuras ruinas de mi vida
y los muchos años que aquí pasé o destruí".
No hallarás otra tierra ni otra mar.
La ciudad irá en ti siempre. Volverás
a las mismas calles. Y en los mismos suburbios llegará tu vejez;
en la misma casa encanecerás.
Pues la ciudad siempre es la misma. Otra no busques —no la hay—,
ni caminos ni barco para ti.
La vida que aquí perdiste
la has destruido en toda la tierra

Konstantino KAVAFIS, Poesías completas, Hiperión, Madrid, 1981.

GROMIKO: A veces me preguntaba si yo sería normal

A veces me preguntaba si yo sería normal. ¿Por qué me gusta estar solo, normalmente reflexionando sobre algún libro?

Andréi GROMIKO, Memorias, El País-Aguilar, Madrid, 1989.

miércoles, 15 de enero de 2014

S.T.T.L. Gelman

Un pájaro vivía en mí.
Una flor viajaba en mi sangre.
Mi corazón era un violín.

Quise o no quise. Pero a veces
me quisieron. También a mí
me alegraban: la primavera,
las manos juntas, lo feliz.

¡Digo que el hombre debe serlo!

Aquí yace un pájaro.
Una flor.
Un violín.

Juan GELMAN, Epitafio.

martes, 14 de enero de 2014

BOWEN: Bob me ha guiado hacia un modo de vida diferente y mejor



Bob es mi mejor compañero y el que me ha guiado hacia un modo de vida diferente y mejor. Un compañero que no exige a cambio nada complicado ni imposible. Solo quiere que me ocupe de él. Y eso es lo que hago.

James BOWEN, Un gato callejero llamado Bob, La Esfera de los Libros, Madrid, 2013.

domingo, 12 de enero de 2014

CERVANTES: Su amo quedaba loco

 

—Digo, señor, que vuestra merced ha dicho muy bien: que, para que pueda jurar sin cargo de conciencia que le he visto hacer locuras, será bien que vea siquiera una, aunque bien grande la he visto en la quedada de vuestra merced.

—¿No te lo decía yo? —dijo don Quijote—. Espérate, Sancho, que en un credo las haré.

Y, desnudándose con toda priesa los calzones, quedó en carnes y en pañales, y luego, sin más ni más, dio dos zapatetas en el aire y dos tumbas, la cabeza abajo y los pies en alto, descubriendo cosas que, por no verlas otra vez, volvió Sancho la rienda a Rocinante y se dio por contento y satisfecho de que podía jurar que su amo quedaba loco.

Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha.

miércoles, 8 de enero de 2014

CAVAFIS: Vuelve

Vuelve a menudo y tómame,
amada sensación, vuelve y tómame
cuando del cuerpo la memoria se despierta,
y un antiguo deseo vuelve a pasar por la sangre,
cuando los labios y la piel recuerdan
y las manos sienten como que tocan otra vez.
Vuelve a menudo y tómame en la noche,
cuando los labios y la piel recuerdan...

C.P. CAVAFIS, Antología poética, Alianza Editorial, Madrid, 1999.

lunes, 6 de enero de 2014

IBN HAZM: Me quedé con ella a solas

Me quedé con ella a solas, sin más tercero que el vino,
mientras el ala de la tiniebla nocturna se abría suavemente.
Era una mujer sin cuya vecindad perdería la vida.
¡Ay de ti! ¿Es que es pecado este anhelo de vivir?
Yo, ella, la copa, el vino blanco y la oscuridad
parecíamos tierra, lluvia, perla, oro y azabache.

viernes, 3 de enero de 2014


BUKOWSKI: Era como una visión del infierno repetida una y otra vez

Salí a por una botella de vino. Cuando regresé, cerré la puerta, me desnudé y me dispuse a gozar de mi primera noche en una cama desde hacía días. Me metí en la cama, abrí la botella, doblé la almohada y me la ajusté bajo la espalda, respiré con ganas y me quedé sentado en la oscuridad mirando por la ventana. Era la primera vez que me había quedado solo en cinco días. Yo era un hombre que me alimentaba de soledad; sin ella era como cualquier otro hombre privado de agua y comida. Cada día sin soledad me debilitaba. No me enorgullecía de mi soledad, pero dependía de ella. La oscuridad de la habitación era fortificante para mí como lo era la luz del sol para otros hombres. Tomé un trago de vino.

De repente la habitación se llenó de luz. Hubo un traqueteo y un rugido. Un puente del metro pasaba a la altura de mi habitación. Un convoy se había parado allí. Observé un manojo de caras neoyorquinas que me observaban. El tren arrancó y se alejó. Volvió la oscuridad. Entonces la habitación volvió a llenarse de luz. De nuevo contemplé los rostros escalofriantes. Era como una visión del infierno repetida una y otra vez. Cada nueva vagonada de rostros era más horrible, demente y cruel que la anterior.

Charles BUKOWSKI, Factotum, Anagrama, Barcelona, 2000.