A la muerte de Lutero en 1546 los protestantes manifestaron frecuentemente su rebeldía contra la Iglesia. Carlos I de España, de acuerdo con el Papa y con su hermano Fernando, a quien había cedido los dominios hereditarios de Alemania, resolvió hacerles la guerra.
El 24 de abril de 1547 obtuvo el emperador español la victoria de Mühlberg —que inmortalizó Tiziano en su célebre cuadro hoy en el Museo del Prado de Madrid—. En ella hizo prisionero al príncipe elector de Sajonia, cuya vida ofreció a su esposa a cambio de la ciudad de Wittemberg, en cuya catedral o iglesia del castillo había clavado, años antes, Lutero sus célebres noventa y cinco tesis.
En la propia iglesia estaba enterrado Martin Lutero y el duque de Alba propuso a Carlos I que desenterrase el cadáver, lo quemase y aventase las cenizas, a lo que el emperador respondió:
—Dejémosle reposar: ya ha encontrado a su juez. Yo hago la guerra a los vivos y no a los muertos.
Carlos FISAS, Historias de la historia, Planeta, Barcelona, 1985.