“Me subí a mi coche, arranqué y me metí entre el tráfico. Eran alrededor de las diez de la noche. La luna estaba alta y mi vida iba lentamente hacia ningún lado.”
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“Tenemos que comer y comer y volver a comer. Somos asquerosos, condenados a nuestros pequeños y sucios hábitos. Comer y tirarse pedos y rascarse y sonreír y marcharse de vacaciones.”
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“Y, como iba diciendo, a la mañana siguiente volvía a estar en mi oficina. Me sentía totalmente inútil. Era un inútil. Había miles de millones de mujeres por ahí fuera y ninguna emprendía el camino de mi puerta. ¿Por qué? Porque era un perdedor. Era un detective incapaz de resolver nada.”
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“Cogí las escaleras mecánicas para subir. El tipo que iba detrás tropezó y rozó el bolsillo de atrás del pantalón. Yo siempre llevó la cartera en el bolsillo delantero izquierdo. Uno aprende, uno aprende. Después de cierto punto.”
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“Esa noche no pude dormir. Bebí cerveza, bebí vino, bebí vodka. Todo inútil. No había resuelto nada. Todos mis casos seguían en punto muerto. Ya me dijo mi padre que sería un fracaso. Él también fue un fracasado. Mala simiente.”
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“Yo seguía allí sentado en la cama, incapaz de moverme, con el vaso a dos centímetros de los labios. Seguí sentado esperando. Tenía tiempo para meditar sobre mi carrera. No había mucho que meditar. Tal vez me había equivocado de profesión. Pero era demasiado tarde para empezar cualquier otra cosa.”
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“El juego me había agotado. Me había quedado sin pilas. La existencia no sólo era absurda, era un trabajo duro y nada más. Piensen en la cantidad de veces que uno se pone la ropa interior durante toda una vida. Era horrible, desagradable; era estúpido.”
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“Estaba estupenda. Me di perfecta cuenta de dónde residía el problema de Grovers. ¿Qué importaba que fuese una extraterrestre? Estaba tan buena que lo que uno habría querido era que hubiese más de ésas por ahí.”
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“La camarera vino hacia mí. Llevaba una minifalda, tacones altos, una blusa transparente y un sostén bien relleno. Todo le estaba demasiado pequeño: su uniforme, el mundo, su cerebro.”
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“Considerándolo todo, había hecho bastante más de lo que me había propuesto hacer durante toda mi vida. Había conseguido algunas jugadas bastante buenas. No estaba durmiendo en la calle. Por supuesto que había montones de gente buena durmiendo en la calle. Y no eran idiotas, sólo que no encajaban dentro de la maquinaria necesaria en ese momento. Y esas necesidades cambiaban continuamente.”
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“Esperé a que fuese de noche, fui hasta allí en coche y aparqué fuera. Un barrio bonito. Definición de barrio bonito: lugar en el que uno no puede permitirse vivir.”
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“Le clavé la rodilla en la ingle. No pasó nada. Era un monstruo. Tendría los órganos sexuales en algún otro lugar, tal vez más arriba, debajo del sobaco.”
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“No encendí la tele, sabía que cuando nos sentimos mal esa hija de puta hace que nos sintamos peor. No era más que una cara insulsa tras otra, era interminable. Una procesión interminable de idiotas.”
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“Así que allí estaba yo, de vuelta a mi oficina al día siguiente. Me sentía insatisfecho y, francamente, bastante jodido por todo. No estaba yendo a ninguna parte. Ni tampoco el resto del mundo. Estábamos haciendo tiempo, esperando morir. Y mientras tanto hacíamos bobadas para llenar el vacío. Algunos ni siquiera hacíamos bobadas. Éramos vegetales. Yo era uno de ésos.”
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“Cogió su copa y se sentó a mi lado. Llevaba demasiado perfume y siete capas de barra de labios.”
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“Penny colgó. Me sentí fatal, como si alguien me hubiera untado todo con mierda por encima. Vacié la copa y me puse otra. Entonces llamaron a la puerta. Abrí. Allí estaba Penny. Con cinco años más y quince kilos más gorda. Me dirigió una sonrisa espantosa.”
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“No tienen ustedes ni idea de lo rápido que pueden pasar 25 días cuando uno no quiere que pasen.”
Charles BUKOWSKI, Pulp, Anagrama, Barcelona, 1994