Jorge Luis BORGES: "Nadie puede leer dos mil libros. Yo no habré pasado de una media docena. Además no importa leer, sino releer."

martes, 18 de enero de 2011

LEM: La investigación

"Un tipo de la clase de tontos que quieren llamar la atención, dispuesto a contestar cada pregunta con la historia del mundo."
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"Pertenecían a la clase de personas que no tienen nada original que decir."
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"Necesito un culpable. Lo necesito cueste lo que cueste."

Stanislaw LEM, La investigación, Punto de Lectura, Barcelona, 2000.

lunes, 17 de enero de 2011

WU: Vientos amargos

"Procedes de una familia de clase burguesa, y tienes que rendir cuenta de tus muchas ideas y acciones de carácter burgués."
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"La política del Partido es indulgente con los que confiesan, ¡e implacable con quienes se resisten!"
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"Me acordé de la práctica tradicional de vendar los pies. Hemos cambiado esta costumbre por el vendaje de las ideas. Ya no se estila vendar los pies de la muchachas, pero, en cambio, se practica el vendaje del pensamiento para que, de este modo, la mente no pueda moverse con libertad. Así todas las ideas adoptan el mismo tamaño y forma, y el hecho de pensar se convierte en algo imposible."
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"Si la vida de una persona no tiene valor, entonces la sociedad que da forma a esa vida tampoco lo tiene."
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"Tenía que utilizar mi vida con un propósito y tratar de cambiar la sociedad. De este modo, mi propia existencia valdría un poco más que un montón de polvo, le daría algún sentido.
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"Pese a las decepciones, todos los reclusos del campo albergábamos secretamente nuestros propios deseos y ambiciones, porque hasta el más pequeño deseo podía impulsar y estimular la voluntad de vivir."
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"Mi resignación me daba una libertad que quedaba más allá del control de la policía."
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"En aquel momento no deseaba recordar el pasado. Lo único que quería era seguir dando pasos hacia delante."

Harry WU, Carolyn WAKEMAN, Vientos amargos. Memorias de mis años en el gulag chino, Libros del Asteroide, Barcelona, 2008.

domingo, 16 de enero de 2011

KADARÉ: El año negro

"Apresuraron el paso, pero en vano, pues ya habían oído lo que no debían oír."
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"Escépticos, desengañados de todos, estaban dispuestos a declararle la guerra a cualquiera, incluso a sí mismos."
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"Pese a los numerosos espías que los austríacos habían introducido en sus filas, los movimientos de los esadistas resultaban difíciles de prever, y no porque observaran el menor secreto, sino porque sus evoluciones no respondían a criterio alguno."
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"Todo aquel insesato ir y venir había sido provocado por un mapa extraviado por los austríacos y hallado en un camino por los hombres de Uk. Tanto les había maravillado aquel mapa que comenzaron a moverse guiados por él, repitiendo así antiguas evoluciones de otro ejército, ejecutadas de acuerdo con móviles por completo diferentes."
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"Hasta entonces no se había distinguido demasiado en el combate, o así lo había parecido tal vez porque, debido a su altisonante sobrenombre, siempre se había esperado más de él."
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"En la mayor parte de los nombramientos o caídas en desgracia de los visires, a buen seguro se hallaría un bakllava anunciador, de igual modo que podía rastrearse su existencia previamente al descubrimiento de las conjuras, en vísperas de los virajes políticos, del triunfo de un clan sobre otro."

Ismaíl KADARÉ, El año negro, Alianza, Madrid, 2001.

viernes, 14 de enero de 2011

RUSSELL: Stalin

"¿Qué conocen ustedes, caballeros, de las alegrías de la vida? ¡Qué poco conocen ustedes del enervante placer de dominar a una nación entera por el terror, sabiendo que casi todos desean tu muerte y ninguno es capaz de perpetrarla, y que tus enemigos de todo el mundo están embarcados en vanos intentos de adivinar tus pensamientos secretos, sabiendo que tu poder sobrevivirá al exterminio, no sólo de tus enemigos, sino, a la vez, de tus amigos!"

Bertrand RUSSELL, Pesadillas de personas eminentes y otras historias, Edhasa, Barcelona, 1988.

jueves, 13 de enero de 2011

RAYFIELD: Stalin y los verdugos


"Para Stalin, todos los hombres eran unos pecadores y necesitaban castigo y expiación."
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"Le llamaba la atención sobre todo un relato en el que Baudelaire, mientras se encuentra de visita en casa de Théophile Gautier, mira detenidamente un ídolo africano de aspecto grotesco y dice: Supón que Dios en realidad es así."
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"Los bolcheviques combatían al Estado ruso no porque fuera opresivo, sino porque era débil."
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"Un Gengis Khan que ha leído a Marx, decía Bujarin."
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"Solteros desagradables y huraños que viven en habitaciones de techos bajos y rancios olores."
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"En opinión de Stalin, el único defecto de Dzierzynski eran sus escrúpulos, y es que a éste le disgustaba falsear pruebas."
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"Los pequeños detalles -los pasajeros que viajaban sin billete, las ratas del compartimiento de equipajes, las cajas de cerillas que en lugar de 100 contenían 85 cerillas- molestaban a Dzierzynski más que la desolación general de la economía."
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"A Stalin le gustaba rodearse de hombres cuyos errores les convertían en rehenes de la suerte."
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"Crear una falsa oposición legal, apoyar a las facciones de la oposición ilegal, manipular elementos subversivos a fin de que trabajaran para y no contra el Estado."
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"Los ciudadanos de Yezhovsk despertaron una mañana, el 11 de abril de 1939, para descubrir con estupefacción que su ciudad había pasado a llamarse Cherkessk."
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"Hombres que apenas contaban con un par de años de instrucción recibida tras la educación primaria. Para ellos resultaba más laborioso redactar las confesiones que apalear a sus víctimas para que las firmasen."
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"Debo decirles que yo no sufrí ningún martirio, antes bien los interrogadores fueron torturados por mí, puesto que les causé un trabajo innecesario."

Donald RAYFIELD, Stalin y los verdugos, Taurus, Madrid, 2003.

martes, 11 de enero de 2011

CHRISTIE: Diez negritos

"Vera Claythorne, sentada en un vagón de tercera en compañía de cinco pasajeros, cerró los ojos con la cabeza recostada hacia atrás. ¡Qué calor más sofocante hacía dentro de aquel compartimiento!"
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"Vera Claythorne, que tenía claro su deber de secretaria, se apresuró a contestar."
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"Su mirada y su voz, ligeramente autoritaria, dejaban entrever la clase de trabajo que realizaba."
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"Miss Claythorne se adelantó, con aire competente."
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"Tendida en la cama, con los ojos muy abiertos, miraba fijamente el techo. Asustada por la oscuridad, no apagó la lámpara de la mesita."
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"La felicitaron por su coraje y sangre fría. Pero no Hugo, que solamente le miró a los ojos."
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"Entonces, mientras estaba de pie, aguzando el oído, una mano fría y pegajosa le agarró el cuello..., una mano mojada, que olía a mar."
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"Hugo estaría en Newgray todo el día y, cuando volviese, todo habría terminado."
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"No le gustaba aquel gancho en el techo. Le fascinaba, pues atraía irresistiblemente su mirada..., aquel gancho negro."
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"Vera experimentó un delicioso alivio. Por fin todo había terminado. No tenía que temer nada más. Se había acabado el sacar fuerzas de la nada."
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"¡Así de fácil era cometer un crimen! Pero después te perseguían los recuerdos."
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"Subió a la silla con los ojos bien abiertos y fjos fijos como los de una sonámbula. Hugo estaba esperando a que ella hiciese lo que tenía que hacer."

Agatha CHRISTIE, Diez negritos, Editorial Molino, Barcelona, 2004.

domingo, 9 de enero de 2011

CONRAD: El agente secreto

"Su diaria partida de whist en el club era el hábito más reconfortante de su vida, una exhibición generalmente de gran éxito de su habilidad sin la ayuda de ningún subordinado. Se metía en el club de cinco a siete, antes de ir a cenar a su casa, y durante esas dos horas olvidaba cualquier aspecto desagradable de su existencia, como si el juego fuese una medicina beneficiosa para aliviar los accesos de disconformidad moral."
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"Pero Stevie había tropezado antes de los cinco minutos de haber quedado solo. Y el señor Verloc quedó moralmente hecho pedazos. Lo había previsto todo menos eso."
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"En aquel golpe profundo, propinado por encima del costado del diván, había puesto todo el legado de su inmemorial y oscura ascendencia, la ferocidad simple de la edad de las cavernas, y la furia desequilibrada y nerviosa de la edad de las tabernas baratas."
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"Lo encontré bajo los efectos de la reacción que sigue al esfuerzo del delito."
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"En su larga experiencia con los huéspedes, había adquirido una deprimente aunque resignada noción del lado extravagante de la naturaleza humana."

Joseph CONRAD, El agente secreto, Cátedra, Madrid, 1995.

CONRAD

"Le aseguro que hay veces en que necesito toda mi fuerza de voluntad y control para no arrojarme de cabeza contra la pared. Deseo gritar y echar espuma por la boca. No es broma. Tras estas crisis de desesperación me quedo postrado durante horas, pensando todavía de forma semiinconsciente en que hay un cuento que tengo que escribir. Después me despierto, intento trabajar, y me voy a la cama completamente derrotado. Pasan los días, y no he hecho nada."

Citado por: Dámaso LÓPEZ GARCÍA (Joseph CONRAD, El agente secreto, Cátedra, Madrid, 1995).

CONFUCIO

"Nuestras faltas nos definen. A partir de ellas se pueden conocer nuestras cualidades."
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"No os preocupéis de no ser famosos, sino más bien de no tener méritos para serlo."
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"Quien no tiene la fuerza siempre se puede abandonar a medio camino. Pero tú has abandonado antes de empezar."
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"Es como construir un túmulo: si uno se detiene antes del último cesto de tierra, el túmulo queda para siempre inacabado. Es como llenar una zanja: una vez que se ha llenado la primera canasta, sólo se necesita continuar hasta terminar."
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"Un jarrón cuadrado que no es cuadrado, ¡vaya jarrón cuadrado!"
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"Un hombre que no se preocupa del futuro está condenado a preocuparse del presente."
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"Cualquiera que no sea apreciado a los cuarenta años, seguirá sin ser apreciado hasta el final."
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"Si a la edad de cuarenta o cincuenta un hombre no se ha hecho un nombre, ya no merece ser tomado en cuenta."
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"Sin duda es un error no enmendar un error."

CONFUCIO, Analectas, Edaf, Madrid, 1998.

RUSSELL: Conrad

"El punto de vista de Conrad estaba lejos de ser moderno. En el mundo moderno existen dos filosofías: una, que proviene de Rousseau, y que deja de lado, como algo innecesario, a la disciplina; otra, que encuentra su más plena expresión en el totalitarismo, concibe la disciplina como esencialmente impuesta desde fuera. Conrad era partidario de la tradición más antigua, en la que la disciplina debía venir de dentro. Detestaba la indisciplina y aborrecía la disciplina que fuera sólo externa."
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"Creo, aunque no sé si él hubiera aceptado esta interpretación, que Conrad pensaba que la vida humana civilizada y moralmente tolerable era algo así como un peligroso paseo sobre una delgada corteza de lava recientemente enfriada, que en cualquier momento podía romperse, precipitando al imprudente en las ardientes profundidades."
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"Le vi una última vez, al otro lado de la calle por donde yo iba, hablando muy seriamente con un hombre a quien yo no conocía, parados ante la puerta del Arts Club. No quise interrumpir lo que parecía una seria conversación, y continué mi camino."

Bertrand RUSSELL, Retratos de memoria y otros ensayos, Alianza, Madrid, 1982.

RUSSELL

"Pasé la noche del 4 de agosto andando por las calles, principalmente por los alrededores de Trafalgar Square, percibiendo la excitación de la multitud y dándome cuenta de las emociones de los transeúntes. Durante ese día y los siguientes, descubrí con asombro que la mujer y el hombre medio estaban contentos ante la perspectiva de la guerra. Había acariciado tiernamente la idea de que gobiernos despóticos y maquiavélicos imponían la guerra a pueblos que no la querían, como se imaginaron la mayoría de los pacifistas.El patriotismo me torturó. Los éxitos de los alemanes antes de la batalla del Marne fueron horribles para mí. Deseé la derrota de Alemania tan ardientemente como un coronel retirado. Mi sentimiento más intenso es probablemente el amor a Inglaterra y, en aquellos momentos, significaba una renuncia muy difícil mi aparente despego hacia ella. A pesar de todo, no dudé ni un sólo momento lo que debía hacer. A veces, el escepticismo me ha paralizado; he sido cínico en ocasiones; otras veces, indiferente; pero, cuando llegó la guerra, actué como si oyese la voz de Dios. Sabía que mi cometido era protestar, por inútil que la protesta pudiese ser. Todo mi ser estaba comprometido en la empresa. Como amante de la verdad, la propaganda nacional de todas las naciones beligerantes me enfermaba. Como amante de la civilización, la regresión a la barbarie me aterraba. Como hombre de sentimientos paternales frustrados, la matanza de la juventud atormentaba mi corazón. Apenas podía suponer lo que ganaría oponiéndome a la guerra, pero tenía la impresión de que, por el honor de la naturaleza humana, los que no se habían derrumbado debían demostrar que se mantenían de pie. Después de ver los trenes de tropas salir de Waterloo, solían asaltarme extrañas visiones de Londres, en las que éste aparecía como un lugar irreal. Solía ver, con la imaginación, los puentes desplomándose y hundiéndose, y toda la gran ciudad desvaneciéndose como la niebla de la mañana."

Bertrand RUSSELL, Retratos de memoria y otros ensayos, Alianza, Madrid, 1982.

viernes, 7 de enero de 2011

BAMM: Sinfonía en re menor de Bruckner

Regau fue a visitar la villa del director de la fábrica y volvió encantado.

-Tiene un aparato de radio maravilloso. Hoy es domingo y en media hora retransmiten la Sinfonía en re menor de Bruckner. ¿Vamos a escucharla?

-En Magnitogorsk, pozo siete, seguro que no nos tocarán una sinfonía. ¡Vamos!

Preguntamos a Mokassin si quería venir con nosotros. Se armó de café y coñac y nos fuimos para allá.

Nos sentamos en los butacones y pusimos los pies encima de la mesa. Nunca volvería a vivir nadie allí. Regau, bastante entendido, nos explicó a Mokassin y a mí lo que íbamos a escuchar. Hizo especial hincapié en el cuarto movimiento, en el que el tema de los instrumentos de viento, en forma de coral, se introduce casi simultáneamente y en contrapunto a un motivo de danza, formando una representación sensible de la frase: "En medio de la vida estamos rodeados de muerte."

Comenzó el concierto.

En un solo instante, todo aquel salvaje mundo de sangre y pus, hedor y peligros, miedo y sopa de lentejas, frío y valentía, aquel mundo en el que vivíamos desde hacía semanas, había desaparecido. El bueno de Mokassin aún estaba en pie junto a la cafetera. Le hice señas para que tomara asiento en uno de los butacones. Se sentó, suspirando placenteramente. El primer movimiento terminó.

Nos miramos. Nadie decía una palabra. Bebimos. Comenzó el segundo movimiento. A pesar de que nuestro oído estaba cautivado por la música celestial del piadoso maestro, de repente, los tres nos levantamos como un solo hombre. Un golpe lejano y sordo había sonado, recubierto por la música. Sabíamos lo que significaba. Se trataba del disparo de un obús de largo alcance con el que los rusos disparaban desde hacía tiempo sobre la ciudad. Mientras el adagio discurría según las estrictas normas de la armonía, la granada silbaba en el cielo, siguiendo otras reglas no menos estrictas. No dejamos de escuchar la música, pero a la vez escuchamos el recorrido del proyectil. Lo escuchamos, en un horroroso crescendo, durante casi veinte segundos. sobrevoló la casa y explotó a una distancia considerable. La casa tembló un poco. Las tazas de café tintinearon. Bebimos un buen trago.

A los tres minutos oímos el siguiente disparo. Esta vez la explosión fue algo más cercana. Nos miramos de nuevo. Los tres éramos soldados veteranos. Una característica del soldado veterano es que evita los riesgos evitables. Ya había llegado la hora de bajar al sótano: el segundo movimiento había terminado.

¿Nos vamos o no? En medio del tercer movimiento, oímos el tercer disparo.

Yo le pregunté a Mokassin:

-¿No prefieres ir al sótano?

Mokassin me miró enfadado.

-¿Usted cree que no tengo sentido musical?

-¡Bueno, valiente, no te ofendas!¡Salud!

Bebimos. Mokassin volvió a escanciar. El scherzo había terminado.

Regau dijo:

-¡Ahora viene el momento musical más bello del mundo! ¡Las trompas del cuarto movimiento! Como si las tocaran los ángeles.

Mokassin dijo solemnemente:

-No me parece mal escuchar a los ángeles tocando la trompa antes de oírles cantar.

De repente Regau se alzó de su sillón.

-Si ahora nos vamos al sótano, buen amigo, ¿para quién compuso Bruckner esta música divina?

Comenzó el cuarto movimiento como si alguien hubiera corrido a un lado un telón púrpura y regalara al hombre la contemplación de un cielo a través del cual, en lugar del gemido de las granadas, sonaran las alabanzas de los coros celestiales.

Escuchamos la sinfonía hasta el final.

Peter BAMM, La bandera invisible, Libros del Asteroide, Barcelona, 2010.