Estoy terminando de leer un interesantísimo libro, la Worldwide History of Treason, que es casi una American History of Treason. Me hubiera gustado encontrar más episodios de traición en el Viejo Mundo, pero parece que al autor, Robert Lee Kaufman, sólo le interesa Judas Iscariote y poco más: unas líneas dedicadas a los hispanos que traicionaron a sus pueblos en la larga lucha contra los romanos (Indíbil, Mandonio, Botilkos, Hilerno, Budecio, Abargitibasar), y un largo capítulo dedicado a los bárbaros que se pusieron al servicio de los romanos y de los romanos que se pusieron al servicio de los bárbaros (Arminio, Belóvaco, Aecio, Prisco, Teodoredo, Flavio Orestes, Hoamer, Besas).
¿Cuál es mi traición favorita? Desde luego, entre las que aparecen en este libro, la de Benedict Arnold, que en poco tiempo pasó de héroe a villano. Lo que animó a los colonos norteamericanos a seguir con la rebelión fue la inesperada victoria de Saratoga, lograda gracias al valor de Arnold. ¿Por qué traicionó a sus compatriotas? Probablemente, él no se consideraba un traidor; más bien se sentía traicionado.
Sin embargo, la traición que más me ha llamado la atención es la de un indio modoc, Hooker Jim. Este indio, como muchos jóvenes de otras tribus (apaches, sioux, cheyenne...), era amigo de meterse problemas. Asesinó a varios pacíficos colonos, que siempre habían tratado bien a los modoc, y después, temeroso del castigo, se puso bajo la protección del jefe de los modoc, Kintpuash. Éste considero que lo que había hecho Hooker Jim y sus secuaces era reprobable, pero pidió clemencia para ellos. Llegó a decir que no sentiría pena si los blancos quisieran ahorcar a un caballo, pero que no le gustaría que ahorcaran a un hombre, a ese hombre, a su amigo Hooker Jim.
Poco a poco, los modoc se fueron metiendo en un callejón sin salida: Kintpuash no quería vivir en la reserva de los klamath, como exigían los estadounidenses, y no estaba dispuesta a entregar a Hooker Jim sin asegurarse antes de que no le pasaría nada, de que se le trataría como a un prisionero de guerra. Durante las negociaciones, los blancos hirieron en repetidas ocasiones el orgullo de los modoc. Finalmente, Kintpuash asesinó al negociador federal, el general Canby.
Los modoc se refugiaron entonces en sus impenetrables montañas. Miles de soldados fueron enviados para capturar a los sediciosos, pero no consiguieron dar con ellos, hasta que un traidor modoc, a cambio de perdón, se ofreció a entregar a Kintpuash. El nombre del traidor: Hooker Jim. Sí, acabó entregando al mismo jefe que, por su culpa, se había empeñado en una guerra desesperada.
Kintpuash fue capturado y juzgado. Ni siquiera contó con un abogado defensor: desde la sala del tribunal podía escuchar a los carpinteros afanados en preparar la horca. Liberado de la lealtad tribal que hasta entonces había tenido con Hooker Jim, le acusó de haber provocado la guerra con sus crímenes. Nadie le escuchó. Kintpuash fue condenado a muerte y colgado. Incluso muerto, no pudo descansar en paz. Su cuerpo fue desenterrado, embalsamado y llevado al Este como una atracción de feria.
¿Qué le paso a Hooker Jim? Tuvo que marchar con los pocos modoc supervivientes a Oklahoma, y allí murió en una pelea de taberna. Muchas vidas y una traición se hubieran evitado si Kintpuash le hubiera entregado a los blancos.
163 modoc fueron llevados a Oklahoma en 1873; 29 regresaron en 1909 a Oregón, para vivir entre los klamath, sus ascentrales enemigos..
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