Jorge Luis BORGES: "Nadie puede leer dos mil libros. Yo no habré pasado de una media docena. Además no importa leer, sino releer."

sábado, 5 de noviembre de 2011

LORINGHOVEN: El búnker con Hitler

"Yo no había cometido actos contrarios al derecho internacional que reprocharme personalmente. Pero al mismo tiempo, había continuado prestando mis servicios como soldado junto a un criminal."
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"Un hombre de cincuenta y cinco años con aspecto de anciano, encorvado, jorobado, con la cabeza hundida entre los hombros, el rostro muy pálido, los ojos apagados y la piel grisácea."
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"Más aún que la muerte, lo que temíamos era caer vivos en manos del enemigo."
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"En aquel momento, sentí vergüenza de abandonar a mis hombres y me preguntaba cómo les iba a dar la noticia. Pero todo fue bien y me desearon buena suerte sin el menor sentimiento de envidia."
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"Representaba el prototipo de oficial superior del que Hitler desconfiaba: cultivado, inteligente y reflexivo."
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"Un frente oriental tan agujereado como el calcetín de un soldado de infantería."
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"Hitler acumulaba no menos de 72 altos cargos del Estado."
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"Todavía recuerdo la manera como pronunciaba la palabra fannatisch, que utilizaba muy a menudo."
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"Se formaba su propia visión personal de la realidad y se aferraba a ella contra viento y marea."
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"El respeto del superior al que había que confiar la responsabilidad tuvo en ese caso un efecto desastroso. La reservatio mentalis (reserva mental) facilitaba la obediencia. En virtud de esta tradición, los jefes militares obedecían al jefe del Estado que les descargaba de su responsabilidad ante la historia."
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"El general nos aseguró su lealtad y Guderian se lo agradeció regalándole un Mercedes. Unos días más tarde, Vörös utilizó su nueva limusina para entregarse a los soviéticos."
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"No sé si era propio de su carácter tomarse las cosas más a la ligera o si estaba ya resignado y no se hacía ilusiones de poder influir en las decisiones del Führer."
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"La guerra estaba perdida, confesó entre lágrimas por primera vez, pero él se quedaría en Berlín para dirigir la defensa de la ciudad y se mataría para no caer en manos del enemigo."
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"¡No somos más que un depósito de cadáveres!, dijo alguien expresando el sentir general."
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"Le vi pasar por el pasillo, por delante de mi habitación abierta, escoltado por cuatro SS, con aspecto hundido y las charreteras y condecoraciones arrancadas del uniforme."
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"Me pareció ver en su mirada como una pizca de envidia. Éramos tres hombres jóvenes y sanos que tenían una oportunidad de salvar la piel, y él ya no la tenía."

Bernd Freytag von LORINGHOVEN, En el búnker con Hitler, Crítica, Barcelona, 2007.