Pedro quiso ver una de las imágenes de la guerra, uno de esos simulacros cuyo uso empezaba a introducirse en tiempo de paz. Se construyó un fuerte que una parte de sus nuevas tropas debía defender y que la otra debía atacar. La diferencia entre este simulacro y los otros consistió en que en lugar de la imagen de un combate se dio un combate real, en el cual hubo soldados muertos y muchos heridos. Le Fort, que dirigía el ataque, recibió una importante herida. Estos juegos sangrientos debían aguerrir a las tropas; sin embargo, eran precisos grandes trabajos, y hasta grandes desgracias para llegar al final.
VOLTAIRE, Historia del Imperio Ruso bajo Pedro el Grande, Esplandián Editores, Madrid, 1999.