Señor:
Hay sin duda una confusión. Usted nos ha hecho llegar un manuscrito que, a pesar de estar correctamente escrito, no corresponde en absoluto a nuestros criterios editoriales ni tampoco a la época. Nos basta con leer el primer capítulo para comprender su posición con respecto a las funciones que deben ocupar las mujeres en nuestra sociedad. Se lo digo con toda honestidad: su pensamiento está basado en principios de un arcaísmo descarado. ¿Cómo puede usted relegar a los personajes femeninos de su manuscrito a papeles tan insípidos como degradantes? La época de la secretaria sumisa y de la enfermera discreta ya hace tiempo que ha pasado. Usted, señor, se ha quedado atascado en un pasado anticuado e impropio. Nunca encontrará lectoras para una novela tan irrespetuosa con la mujer. Desconozco si vive en una isla o está encerrado en el fondo de un mausoleo, pero usted no está a tono con el mundo de hoy. Un consejo: salga de su agujero y compruebe adonde han llegado las mujeres que lo rodean. Le hará mucho bien. Lo necesita realmente para que se disperse esa espesa capa de polvo que recubre sus ideas.
Camilien ROY, El arte de rechazar una novela, Bruguera, Barcelona, 2008.