Palau se excusó y me dijo que otro socio del bufete acudiría a la reunión. El asunto era demasiado complicado y no habíamos conseguido ponernos de acuerdo. Cuando le vi, pensé que se trataba de un pasante. Me estrechó enérgicamente la mano. Cabello castaño y abundante, fibroso, muy moreno. La idea de que utilizaba bronceador me hizo pensar en su cuerpo cubierto de aceite. Sacó los papeles, llenos de anotaciones a mano de Palau, y comenzó a hacerme un resumen de su propuesta. Tenía los dientes perfectamente alineados. La condonación haría innecesaria la fianza, me indicó, creo: no lograba concentrarme. Dejé que hablara y le acabé preguntando si quería tomar una copa. Me dijo que sí (¡me dijo que sí!). Antes de marcharnos, hizo una llamada; tenía que hablar con un cliente. Mientras simulaba escribir en mi agenda, le escuché pedir resueltamente más dinero. Era tan guapo