"Con su entusiasmo y porque empezaba unos segundos antes que los demás, Paul arrastraba a toda la Opera. Por otra parte, con sus primeros silbidos se hundían las escenificaciones más grandiosas y las más costosas, porque él lo quería, porque estaba precisamente de ese humor. Durante decenios, los vieneses no se dieron cuenta de que el autor de los triunfos en la Opera era en fin de cuentas Paul, lo mismo que el autor de los naufragios de la casa del Ring, los cuales, cuando él quería, no hubieran podido ser más radicales, más aniquiladores. Sus pros y sus contras en la ópera nada tenían que ver con la objetividad, sólo con su arbitrariedad, con su volubilidad, con su locura. Muchos directores de orquesta a los que no podía soportar cayeron en Viena en su trampa, y los silbó y abucheó, realmente con espuma en la boca. Sólo con Karajan, al que odiaba, fracasó. El genio de Karajan era demasiado grande para que Paul pudiera siquiera molestarlo. A Karajan lo he observado y estudiado durante decenios y es para mí el director de orquesta más importante del siglo, con Schuricht, al que yo amaba. A Karajan lo admiraba yo por experiencia ya desde la infancia, tengo que decir, y lo he estimado tanto por lo menos como todos los músicos con los que Karajan ha trabajado nunca. Paul odiaba a Karajan por todos los medios a su alcance y, por su odio consuetudinario, sólo lo calificaba de charlatán; yo sólo veía en él, por mi propia contemplación durante decenios, al primero de los trabajadores de la música del mundo entero y, cuanto más famoso se hacía Karajan, tanto mejor se volvía, lo que mi amigo, como todo el resto del mundo musical, no quería comprender. Desde mi infancia he visto desarrollarse y perfeccionarse el genio de Karajan, y fui testigo de casi todos los ensayos de conciertos y óperas que dirigió en Salzburgo y Viena. Los primeros conciertos que oí en mi vida los dirigió Karajan, las primeras óperas que oí, también Karajan. Así tuve, tengo que decir, desde el principio, unas buenas condiciones para mi progreso musical. El nombre de Karajan garantizaba de antemano una furiosa pelea entre Paul y yo y, mientras Paul vivió, nos peleamos una y otra vez por Karajan. Pero ni yo había podido convencer a Paul, con mis pruebas en relación con Karajan, del genio de Karajan, ni Paul a mí con sus pruebas en contra de Karajan, es decir, de que era un charlatán."
Thomas BERNHARD, El sobrino de Wittgenstein, Anagrama, Barcelona, 1988
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