"Habían puesto a mi disposición un coche. El automóvil era un enorme Isotta Fraschini, un modelo especialmente diseñado y construido para el antiguo primer ministro, don Alejandro Lerroux. Al parecer, Lerroux había sido uno de esos envidiables ancianos que a la edad de Matusalén seguían siendo un peligro para las jovencitas.
El automóvil estaba provisto de cortinas color lavanda no sólo en las ventanillas, sino también en el cristal que separaba al conductor de los asientos de atrás, que podían combinarse para formar una especie de sofá. El automóvil poseía además un panel con una serie de botones en una de las puertas traseras, mediante los cuales don Alejandro podía dar instrucciones al chófer. Las señales eran: Más deprisa, Más despacio, Parar, Marcha atrás y Apagar luces.
Había otro botón más, oculto a la vista. Cuando se apretaba, se encendía una luz roja sobre el asiento del conductor. Entonces el chófer apagaba el motor, se bajaba, abría el capó, trajinaba con el carburador y luego informaba que el coche se había averiado, que se veía obligado a ir a pie hasta el próximo pueblo, casi a diez kilómetros, para obtener ayuda, pero que, por fortuna, quedaba algo de champán en la cesta de picnic para aliviar la espera de don Alejandro y la señorita."
Arthur KOESTLER, Memorias, Lumen, Barcelona, 2011.