Quise ser bibliotecario, pero soy un torpe e indeciso abogado. Me azora hablar en público, y rezuma vulnerabilidad la falta de convicción de mis alegatos, lo que me hace vivir en una eterna petición de disculpas con clientes, jueces y colegas. Los asuntos de instrucción me atemorizan, los de 1ª instancia me desazonan… No hablemos de los penales: ésos ya son el acabóse. El estrés se ha aposentado en mi alma como un huésped indeseable; mi psiquiatra me ha recomendado ansiolíticos y unas vacaciones para sosegarme. Mi mujer se ha empeñado en sanarme con una dieta vegetariana, y únicamente comemos lechuga, tomate y remolacha. Ahora no sólo me queda grande la profesión, sino también la toga….Algunas noches me libero soñando con la penumbra silenciosa de cualquier pequeña biblioteca de pueblo, y con un grueso chuletón al terminar una pacífica jornada laboral….se me hace la boca agua!
Gloria CUTILLAS PRIETO, Profesión frustrada.