Se nos comunicó que, a la edad de 58 o 59 años, acababa de morir mi tío Ernesto, el más joven de los hermanos de mamá. Murió de cáncer, después de haber vivido callada y discretamente, sin causar daños, sin generar rencores, sin provocar rencillas, sin ofender. Fue una de esas personas que, en opinión de algunos, jamás logró destacar. Pero yo no puedo pensar lo mismo, pues estoy seguro de que él destacó sobradamente en algo fundamental: fue un buen hombre.
Roberto GÓMEZ BOLAÑOS, Sin querer queriendo, Aguilar, México, 2006.
Roberto GÓMEZ BOLAÑOS, Sin querer queriendo, Aguilar, México, 2006.