Don Quijote no fue caballero por tres razones: porque estaba loco, porque era pobre y porque una vez recibió por escarnio la caballería. Aunque hubiera recobrado la razón y aunque hubiera allegado una cuantiosa hacienda, el hidalgo manchego jamás hubiera podido ser armado caballero, porque una vez, contra lo legislado en la Segunda Partida, recibió la caballería por escarnio.
Obsérvese que toda la novela transcurrirá acomodada a este equívoco inicial. Las personas sensatas que toparán con don Quijote comprenderán al punto que se trata de un loco que se figura que es caballero. Sólo los rústicos, como los cabreros, los chiflados, como el primo, o los tontos, como doña Rodríguez, se tomarán en serio la caballería del hidalgo manchego. Y también Sancho Panza, a pesar de su sentido común. Pero Cervantes ha sido muy hábil, y ha colocado el episodio del "armazón" de la caballería antes de que en la novela aparezca el escudero. Si Sancho hubiese estado en la venta cuando don Quijote fue armado hubiera visto la realidad: que aquello era venta y no castillo, que el ventero no era ningún castellano y que toda la escena fue una farsa.
La novela se basa, pues, en un error, producto de la locura del protagonista, que, como buen monomaníaco es un hombre sensato, prudente y entendido en todo menos en lo que afecta a su desviación mental. Don Quijote, hombre bueno, inteligente, de agudo espíritu, de un atractivo sin límites y admirable conversador, sólo denuncia su locura al creerse caballero y al amoldar cuanto le rodea al ficticio y literario mundo de los libros de caballerías.
Martín de RIQUER, Aproximación al Quijote, Salvat, Barcelona, 1969.