-¿Por qué vives así? ¿Por qué eres un mercenario dedicado a hacer la guerra?
-Yo no hago las guerras: las hace este mundo en que vivimos. Este mundo gobernado por hombres que pretenden ser morales cuando la mayoría de ellos no son sino sucios logreros. Yo lucho en las guerras porque me gusta esa vida; no lo hago sólo por dinero. La mayoría de los mercenarios luchamos por la misma razón: porque gozamos de la vida, nos atrae el peligro y nos embriaga el combate.
-¿Pero por qué ha de haber guerras?
-Porque en este mundo solamente hay dos clases de seres: los rumiantes y los carniceros. Y son estos últimos los que triunfan, porque luchan para conseguirlo y devoran a quienes se les oponen. Los carniceros se convierten en potentados, y los potentados nunca están satisfechos, ya que deben seguir buscando incesantemente mayores cantidades de la moneda que adoran. En el mundo comunista esa moneda se llama poder; poder y poder. En el mundo capitalista, esa moneda es el dinero; dinero y más dinero. En realidad, también el dinero es poder, y si es necesaria una guerra para conseguirlo, no se duda un instante en provocarla. Todo lo demás, ese tan cacareado idealismo, no es mas que una gran farsa.
-Hay quien lucha por idealismo.
-Sí. Algunos lo hacen, pero el noventa y nueve por ciento ellos han sido engañados. ¿Crees que los soldados norteamericanos de Vietnam mueren por la vida, la libertad y la consecución de la felicidad? No, mueren por el índice Dow Jones.
Frederick FORSYTH, Los perros de la guerra, Debolsillo, Barcelona, 2003.