Hasta aquel momento yo no había creído que aquel desfigurado ladrón hubiese sido nunca niño. Supongo que fue cruel con los gatos y, en la iglesia, cuando no estaba dormido, haría ruidos desagradables. En el momento en que necesitó una mano firme que lo guiase, no la tuvo. ¡Una vieja historia!
Charles PORTIS, Valor de ley, Debolsillo, Barcelona, 2011.