De pronto vimos a un hombre que nos espiaba desde una ventana. Poco después salía a la calle con aire receloso, sin atreverse a creer lo que estaba viendo: ¡soldados alemanes! Muy excitado, nos contó que los rusos llevaban dos días en la ciudad. Habían instalado su Cuartel General junto a la estación, en cuya explanada había también una agrupación de tanques.
Quisimos comprobar por nosotros mismos aquellas noticias. Tres hombres se acercarían prudentemente a la estación dando un rodeo a través de la ciudad; otro grupo avanzaría por la calle que conducía directamente a la estación; el resto se quedaría junto a los vehículos, para cubrirles.
La espera se hizo muy larga. Eché una mirada a mi alrededor y descubrí horrorizado el cadáver casi desnudo y terriblemente mutilado de una mujer en medio de la calle. Algunos habitantes de la ciudad se atrevieron a salir de sus casas y acercarse a nosotros; la mayoría eran mujeres y niños, aunque había también algunos hombres de edad avanzada. Nos rogaron que les llevásemos con nosotros. No podíamos acceder a su petición, disponiendo de dos únicos vehículos. Pero les sugerí que recorrieran a pie los pocos kilómetros que había hasta nuestras líneas; nosotros mantendríamos abierta la calle durante media hora. Pero aquellos hombres estaban tan desconcertados, que lo más probable es que ni siquiera comprendieran nuestra propuesta. Era evidente que habían vivido unos días terribles. La mayoría de ellos se escurrieron de nuevo hacia sus casas."
Otto Skorzeny, Luchamos y perdimos, Editorial Acervo, Barcelona, 2003.