Aquella noche, como todas las noches, me puse delante de la máquina de escribir y pasé a limpio las notas que había ido tomando. Ese día, habíamos visitado una granja colectiva cosaca. Después de varios años de dificultades, habían conseguido superar las cuotas establecidas. Estaba buscando las palabras adecuadas cuando me di cuenta de que el cherkés me miraba con curiosidad.
-¿Usted no toma notas? –le pregunté.
Su respuesta se hizo esperar, como si buscara las palabras adecuadas.
-No soy escritor, sino contador de historias.
Su ruso tenía una sonoridad especial.
-¿Contador de historias?
-Sí. Voy de aldea en aldea contando historias.
Estuve a punto de preguntarle qué iba a contar de los cosacos, pero finalmente no lo hice. Continúe un rato más y después me tendí en la cama. Él llevaba un rato dormido.
Sentí envidia de su memoria, llena de cuentos hermosos y antiguos, a la que pronto se añadirían historias de colectivización y socialismo.
Andrzej NOWAK (ed.), Pequeña Polonia, El Olivo, Jaén, 2011.