Pero el más abominable de los rebeldes fue Umar ibn Hafsun, cuyo padre ya había recibido un sangriento galardón por traicionar al buen emir al-Mundir. Atosigaba sin descanso Umar las provincias de Rayya, de Yayyan y de Elvira; su soberbia desfachatez le había llevado a asaltar incluso los arrabales de Córdoba. Ibn Hafsun, no sólo se había levantado contra su legítimo señor, el emir Abd-Allah, y le había arrancado las regiones más ricas del sur, sino también, por una insólita vileza, había abjurado de la religión verdadera y había reincidido en el impío politeísmo de sus antepasados.
Ideal, martes 30 de agosto de 2011.