Y luego hubo otro cuento, que se llama "Las ruinas circulares", con el que me ocurrió algo que no me había sucedido nunca. Ocurrió por única vez en la vida, y es que durante la semana que tardé en escribirlo (lo cual en mi caso no significa morosidad, sino rapidez) yo estaba como arrebatado por esa idea del soñador soñado. Es decir, yo cumplía mal con mis modestas funciones en una biblioteca del barrio de Almagro; yo veía a mis amigos, cené un viernes con Haydée Lange, iba al cinematógrafo, llevaba mi vida corriente y al mismo tiempo sentía que todo era falso, que lo que realmente verdadero era el cuento que estaba imaginando y escribiendo.
María Esther VÁZQUEZ, Borges, sus días y su tiempo, Suma de Letras, Madrid, 2001.