Los hombres la creen tonta. Creen que no se da cuenta de nada, que lo único que sabe hacer es maquillarse, sonreír, manejar con gracia el abanico y tocar el clavicordio. Roxana no mata una mosca, dicen. Está siempre en las nubes, dicen. En fin, la tienen por una perfecta babieca a la que se la puede engañar como a un niño. Pero es ella quien engaña a todos. Ha comprendido desde el primer momento que las cartas de Cristián las escribe Cyrano. Y que el famoso discurso debajo de su balcón lo pronunció Cyrano (reconoció su horrible voz gascona) y no Cristián. Sabe que Cyrano es una lumbrera y que Cristián es un burro. Pero ama a Cristián y no ama a Cyrano. De modo que sigue la comedia. ¿O qué pretendemos? ¿Que admita, delante de todos nosotros, no ignorar las pocas luces de Cristián y, sin embargo, estar enamorada de ese borrico? Entonces sí que la pondríamos en la picota. Sus amigas, sobre todo, se burlarían de ella. En cambio nos convence de que está convencida de la inteligencia de Cristián gracias a los trucos de Cyrano. Después que se case con Cristián todo el gasto de cerebro lo hará ella, aunque atribuyéndoselo a su marido.
Marco DENEVI, Falsificaciones, Thule Ediciones, Barcelona, 2008.