Con la ocupación alemana de Polonia, en plena madurez creativa, conoció esa tragedia tan común en el siglo XX: la de un escritor exiliado, sin acceso a sus lectores. Posteriormente, el país entró en la órbita soviética y los libros de Gombrowicz fueron condenados por su temática burguesa. No quiso o no pudo retornar al país después de 1945, nunca se planteó el regreso. Pero seguía siendo un escritor, escribía para los pocos periódicos polacos en Argentina. Hasta que un día, cuando Gombrowicz se encontraba en el Círculo polaco de Buenos Aires tomando un café, vio a alguien leyendo el semanario para el que había escrito un relato corto. Advirtió que aquel lector pasaba la página donde estaba su relato sin prestarle atención, que no le interesaba. Gombrowicz apuntó años después en su diario: “Le dedicó media hora a un artículo sobre el abigeato, la misteriosa desaparición de ovejas en Chubut, mientras que ni siquiera se preocupó por leer el título de mi relato. Comprendí que las preocupaciones de los emigrantes polacos eran muy distintas a las mías”. Gombrowicz renunció a la literatura, durante más de tres años no escribió una línea.
Probablemente, habría abandonado totalmente la escritura si no hubiera conocido en el café Rex al escritor cubano Virgilio Piñera que le animó y le ayudó a traducir al castellano Ferdydurke. Zbigniew Gołąbek señala que esa traducción salvó la carrera literaria de Gombrowicz; pronto comenzaría a trabajar en su tercera novela, Transatlántico.
Juan Pedro SÁNCHEZ ORTEGA, Marzena ZAWADZKA, Historia de la literatura polaca, Cátedra, Madrid, 2003.