"Acercó una lámpara de petróleo para facilitar la identificación del objeto. Advertí tres gotas de sangre en su ojo izquierdo, una grande y dos pequeñas, todas del mismo color rojo vivo."
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"El suelo de madera estaba sucio; se veían, un poco por todas partes, las huellas amarillas o negras de escupitajos que habían dejado los clientes y se adivinaba que no lo lavaban cada día."
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"¿Tú crees en esas cosas...? A mi entender, no podemos creerlas por entero, ni negarlas por completo."
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"Su madre, la poetisa conocida antaño en nuestra provincia por sus obras sobre la niebla, la lluvia y el tímido recuerdo del primer amor."
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"¡Ah!, la atmósfera de la ciudad, incluso la de una ciudad apenas mayor que un pañuelo de bolsillo, conseguía, se lo aseguro, que el olor de un plato de buey encebollado no fuera el mismo que en nuestra aldea."
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"No se abandone. Yo, como puede ver, tejo sin parar ese jersey azul, pero es sólo una apariencia: de hecho, compongo poemas mentalmente, mientras hago calceta."
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"Mis libros preferidos eran, normalmente, las colecciones de cuentos, que narran una historia bien compuesta, con ideas brillantes, a veces divertidas o que te dejan sin aliento, historias que te acompañan toda la vida."
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"Poco a poco, la presencia de la cerda que golpeaba con su hocico la cerca de la pocilga, bajo nuestra casa sobre pilotes, me devolvió la calma."
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"Ignorábamos si adopataba aires de hombre muy ocupado, con la agenda repleta, o si sencillamente era incapaz de organizar su tiempo con rigor."
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"Imaginaba ser el general en jefe de un ejército derrotado, encargado de atravesar un inmenso y horrible desierto."
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"Me ha dicho que Balzac le había hecho comprender algo: la belleza de una mujer es un tesoro que no tiene precio."
DAI Sijie, Balzac y la joven costurera china, Salamandra, Barcelona, 2001.