"Cuando Guillermo Farel murió, quiso Dios probarle: hízole creer que había sido condenado al infierno. Es ésta una última prueba por la que pasan muchos de los justos, aquellos de los que Dios quiere saber, después de toda una vida de rigor y bondad, si se dejarán vencer por el desaliento, si arrojarán amargados reproches al Señor, a cuyo servicio han dedicado la vida, por quien han renunciado a vivir. Farel, pues, se encontró en lo que creía el infierno. Buscó allí a Calvino."
Citado en: BORGES, BIOY, Libro del cielo y del infierno, Emecé, Barcelona, 2002.