"Un infierno se abatió sobre el infortunado crucero acorazado, del que muy pronto se alzó una humareda imponente, pero que siguió disparando hasta el mismo final, sin arriar bandera, y cuya dotación dio pruebas de un valor y espíritu de sacrificio insuperables. No sólo porque un buque de guerra no debe rendirse mientras quede a bordo algún arma con la que poder dañar al adversario, porque es necesario mostrar al enemigo la elevada moral propia y porque tan heroicas defensas sirven siempre de estímulo y alto ejemplo a otros combatientes, sino también porque, en este caso concreto, la dotación del Blücher creyó que su sacrificio permitiría la retirada de los tres buques de línea de su división."
Luis DE LA SIERRA, El mar en la Gran Guerra, Editorial Juventud, Barcelona, 2006.