"Era uno de eso dibujos realizados de tal manera que los ojos le siguen a uno adondequiera que esté. EL GRAN HERMANO TE VIGILA, decían las palabras al pie."
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"Nada era ilegal, ya que no existían leyes."
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"El vestíbulo olía a legumbres cocidas y a esteras viejas."
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"Por su mente pasaban, como ráfagas, bellas y deslumbrantes alucinaciones. Le daría latigazos con una porra de goma hasta matarla. La ataría desnuda en un piquete y la atravesaría con flechas como a San Sebastián. La violaría y en el momento del clímax le cortaría la garganta. Sin embargo, se dio cuenta mejor que antes de por qué la odiaba. La odiaba porque era joven y bonita y asexuada; porque quería irse a la cama con ella y no lo haría nunca."
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"Se percibía el habitual olor a verduras cocidas que era el dominante en todo el edificio, pero en ese piso era más fuerte el olor a sudor, que era el sudor de una persona que no se hallaba presente entonces."
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"Algo le faltaba: discreción, prudencia, algo así como estupidez salvadora."
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"Se cernía sobre él un vago aire de sospecha."
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"Tácitamente, el Partido se inclinaba a estimular las prostitución como salida de los instintos que no podían suprimirse."
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"Al principio de su vida de casados llegó a la conclusión de que su mujer era la persona más estúpida, vulgar y vacía que había conocido hasta entonces."
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"La vida no se parecía, no sólo a las mentiras lanzadas por las telepantallas, sino ni siquiera a los ideales que el Partido trataba de lograr. Grandes zonas vitales, incluso para un miembro del Partido, nada tenían que ver con la política: se trataba sólo de pasar el tiempo en inmundas tareas, luchar para poder meterse en el Metro, remendarse un calcetín con un colador, disolver con resignación una pastilla de sacarina y emplear toda la habilidad posible para conservar una colilla."
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"No es sólo que el pasado cambiara, es que cambiaba continuamente."
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"Era viudo, tenía sesenta y tres años y había habitado en la tienda desde hacía treinta. En todo ese tiempo había pensado cambiar el nombre que figuraba en el rótulo, pero nunca había llegado a convencerse de la necesidad de hacerlo."
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"Antes de morir (nadie hablaba de esas cosas aunque nadie las ignoraba) había que pasar por la rutina de la confesión: arrastrarse por el suelo, gritar pidiendo misericordia, el chasquido de los huesos rotos, los dientes partidos y los mechones ensangrentados de pelo."
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"Pensó que ella era muy joven, que esperaba todavía bastante de la vida y por tanto no podía comprender que empujar a una persona molesta por un precipicio no resuelve nada."
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"Ambos sabían que era una locura. Era como si avanzaran a propósito hacia sus tumbas."
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"Lo importante es que existiese aquella habitación; saber que estaba allí era casi lo mismo que hallarse en ella."
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"Daba por cierto que todos, o casi todos, odiaban secretamente al Partido e infringirían sus normas si creían poderlo hacer impunidad."
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"La Historia se ha parado en seco. No existe más que una interminable presente en el cual el Partido lleva siempre la razón."
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"Cuando se amaba a alguien, se le amaba por él mismo, y si no había nada más que darle, siempre se le podía dar amor."
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"Ya comprenderéis que tendréis que luchar a oscuras. Siempre a oscuras. Recibiréis órdenes y las obedeceréis sin saber por qué. Debéis acostumbraros a la idea de vivir sin esperanza. Trabajaréis algún tiempo, os detendrán, confesaréis y luego os matarán."
George ORWELL, 1984, Destino, Barcelona, 2007.
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