Los militares alemanes carecen de valor cívico. El valor cívico, es decir, el arrojo necesario para tomar decisiones autónomas y actuar según la propia responsabilidad, es ya de por sí una rara virtud en Alemania, tal y como sentenciara Bismarck en su día. Y es una virtud que abandona por completo al alemán cuando éste lleva uniforme. Un soldado u oficial alemán, sin lugar a dudas excepcionalmente valeroso en el campo de batalla y casi siempre dispuesto a disparar sobre sus compatriotas civiles por orden de una autoridad, se vuelve cobarde como una liebre cuando se trata de enfrentarse a dicha autoridad. Como por arte de magia, esta idea enseguida pone ante sus ojos la imagen terrorífica de un pelotón de fusilamiento y eso lo paraliza totalmente. Bien es verdad que no teme a la muerte, pero sí a ese tipo concreto de muerte, y además su miedo es inmenso. Así, esta circunstancia hace que cualquier intento de desobediencia o de golpe de Estado por parte de un militar alemán sea de todo punto imposible, da igual quién gobierne.
Sebastian HAFFNER, Historia de un alemán, Destino, Barcelona, 2001.