Jorge Luis BORGES: "Nadie puede leer dos mil libros. Yo no habré pasado de una media docena. Además no importa leer, sino releer."
jueves, 12 de enero de 2012
MONZÓ: Oposiciones
En cuanto el examinador abre la puerta, el examinando de piel especialmente pálida entra en el aula escurriéndose entre la nube de examinandos que se atascan en la puerta. Camina con agilidad; se sienta en el primer pupitre vacío que encuentra. Los pupitres son de formica verde claro, con los bordes de madera. En la superficie hay rayotas de bolígrafo e incisiones de navaja, dos de las cuales son obscenas. El fragor (que forman los chirridos de pupitres y sillas, y los comentarios) aumenta a medida que entran más examinandos; el examinador les pide que por favor (es un por favor imperativo) se sienten sin hacer ruido. Los examinandos hacen caso fugazmente: el ruido mengua durante unos segundos, pero enseguida vuelve a la intensidad previa. El examinador les da ahora la espalda: borra de la pizarra algunas frases de la clase anterior, se gira (el fragor disminuye de nuevo) y, cuando ya están todos en su lugar, baja de la tarima, va hacia la puerta del aula, la cierra, se sacude la tiza que el borrador le ha dejado en las manos (gesto que hace cesar los últimos murmullos) y pronuncia dos apellidos.