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Las penosas introducciones a las obras maestras, disuasorias, áridas, sublimes o desvergonzadas. ¡Ah! ¿Por qué sentiremos curiosidad? ¿Por qué habrá tenido que nacer y morir el autor? ¿No basta con que lleve un nombre, no le pesa éste ya bastante? Pero la gente desconoce la compasión. Tienen que guisarse a su escritor, sazonarlo y comérselo.
Elias CANETTI, El suplicio de las moscas, Anaya & Mario Muchnik, Madrid, 1994.