El mismo Spence utilizó primero su perspicacia para mostrar por qué los estudiantes podrían optar por optener una licenciatura en Filosofía, que, si bien es difícil, no conduce a específicas posibilidades profesionales, como sí lo hace una titulación en Economía o Publicidad. Supón que a los empleadores les gustaría contratar a trabajadores inteligentes y expeditivos, pero no puede determinar en una entrevista laboral quién lo es y quién no. Supón además que todos deben trabajar para obtener una licenciatura en Filosofía, pero que a los necios y haraganes les resulta particularmente molesto hacerlo.
Spence expone entonces que las personas inteligentes y aplicadas pueden probar que son inteligentes y aplicadas emprendiendo la difícil tarea de obtener una licenciatura en Filosofía. No se trata de que quienes son necios y haraganes no puedan obtenerla, sino de que nunca querrían hacerlo. Los empleadores pagarán a los licenciados en Filosofía una suma suficiente como para compensarles el esfuerzo, pero no lo suficiente como para convencer a los necios y haraganes de que se tomen la molestia. Y los empleadores están dispuestos a hacerlo a pesar del hecho de que ese título no mejora en absoluto la productividad del candidato. Sólo se trata un indicio de credibilidad, pues es muy difícil para alguien que es necio o perezoso obtener una licenciatura en Filosofía. Ya que el propio Spence se especializó en Filosofía en la Universidad de Princeton, tal vez sea cierta su teoría.
Tim HARFORD, El economista camuflado, Temas de Hoy, Madrid, 2007.