Kremer propone tomar el crecimiento de la población como una medida del progreso tecnológico: cuanto más rápido puede crecer la población humana, más avanzada debe haber llegado a ser la tecnología.
El modelo de Kremer, por exponerlo de una forma sencilla, establece que cualquier antiguo hombre de las cavernas tiene tantas probabilidades de inventar algo útil como cualquier otro cavernícola. Una vez que Pedro Picapiedra inventa algo —el fuego, la rueda, el free jazz—, ese invento está a disposición de todo el mundo. Quizá llevaría algún tiempo que el invento se divulgase, pero si tenemos un millón de años de historia por delante, ¿a quién le importa? Lo relevante aquí es que una idea puede ser utilizada por todos. Si coges el hacha de piedra de Pedro, él ya no tendrá un hacha de piedra; pero si tomas de él la idea de cómo fabricar un hacha de piedra, eso no conlleva que Pedro vaya a olvidar el secreto para hacerla. Esto significa que los inventos son más útiles cuando la población es mayor. Si nos remontamos al año 300000 a. C, la idea de Pedro sólo la aprovecharían un millón de personas. Hoy en día, la rueda nos hace la vida más fácil a seis mil millones de personas.
Si ese argumento es acertado, también nos proporciona el resultado de la ecuación de Kremer: el índice de progreso tecnológico es proporcional a la población mundial. Suponiendo que, al año, se produzca una idea realmente brillante por cada mil millones de personas, entonces a la población de un millón de robustos Homo erectus que había en el año 300000 a. C. le habría surgido una idea similar cada mil años. Para el año 1800, cuando surgió la Revolución Industrial, con mil millones de personas en el mundo, el índice de innovación habría aumentado a una deslumbrante idea por año. Hacia el año 1930, una idea revolucionaria cada seis meses. Con seis mil millones de mentes en el planeta, actualmente deberíamos estar generando este tipo de ideas cada dos meses. Semejantes ideas podrían estar relacionadas con cualquier cosa, desde la contabilidad de doble asiento hasta la rotación de los cultivos.
Tim HARFORD, La lógica oculta de la vida, Temas de Hoy, Barcelona, 2008.