Se habían creado unos Hogares del soldado cuya finalidad parecía no ser otra que la de sumir en la memez y la insustancialidad a los hombres. Un joven pintor de gran talento que se hallaba movilizado me contaba que un día le había llamado su comandante para encargarle la decoración de una vasta sala en la que había de ser instalado el hogar del soldado.
—Pínteme usted en las paredes —le había dicho — algo que sea divertido y patriótico, para que los muchachos estén alegres y tengan buena moral.
—Yo no sé pintar nada divertido y patriótico —replicó malhumorado el artista.
—¡Cómo! ¿Pues no es usted pintor? ¿Qué pinta usted entonces?
—Yo hago pintura abstracta —repuso el artista con altivez.
El comandante frunció las cejas y luego, alzándose de hombros, añadió:
—Bueno; pinte usted lo que le dé la gana con tal de que no sea comunista. Como me pinte usted algo que huela a comunismo lo encierro en el calabozo durante dos meses. ¡Ah! ¡Y ponga usted banderitas, muchas banderitas tricolores!
Manuel CHAVES NOGALES, La agonía de Francia, Libros del Asteroide, Barcelona, 2010.