Las novelas que son productos de la imaginación, aunque no sean de orden superior, han constituido para mí durante años un maravilloso alivio y suelo bendecir a todos los novelistas. Me han leído en voz alta un número sorprendentemente alto de novelas y, con tal de que sean moderadamente buenas y tengan un final feliz, me gustan todas —debería dictarse una ley contra las que acaban mal—. Según mi gusto, una novela no es de primera categoría a menos que contenga algún personaje a quien se pueda amar plenamente; y si es una mujer hermosa, tanto mejor.
Charles DARWIN, Autobiografía, Alianza, Madrid, 1993.