En un relato de Kosztolányi, el revisor búlgaro de un expreso que avanza en medio de la oscuridad de la noche cuenta, en el pasillo del tren, la tragedia de su vida a un viajero extranjero —en búlgaro, o sea, en un idioma que éste no comprende en absoluto—, y luego el revisor y el viajero que lo escucha terminan uniéndose en un abrazo fraternal, lleno de comprensión.
Sándor MÁRAI, ¡Tierra, tierra!, Salamandra, Barcelona, 2006.