Jorge Luis BORGES: "Nadie puede leer dos mil libros. Yo no habré pasado de una media docena. Además no importa leer, sino releer."

sábado, 12 de mayo de 2012

JOHNSON: Así fue como comenzó


Estoy descargando la segunda caja cuando el coche policial gira la esquina y, con un chirrido, frena detrás de mi pickup. Hago como si no lo viera. Llevo la caja al interior de la casa y salgo para recoger la siguiente.

El sheriff está al lado de mi coche. Me sorprende su juventud; no le echo más de veinticinco años: quizá haya heredado el cargo de su padre o de algún tío.

–Buenos días –le digo.

El se lleva la mano al sombrero, aunque sólo para subirlo y poder contemplarme mejor.

–Usted, usted… ¿Quién es usted?

–Johnson. DuBois Johnson.

–El Johnson que alquiló la casa de los Cumming.

–El mismo –le digo.

–DuBois Johnson.

Pronuncia mi nombre a la francesa, pero no le corrijo. Este sitio había formado parte alguna vez de la Nueva Francia y, por lo que he leído, todavía quedan muchos descendientes de los antiguos pobladores. Desde luego, hace siglos que ya no hablan francés, pero lo siguen eligiendo como lengua extranjera en la escuela. No me da la oportunidad de tenderle la mano, pues tiene las suyas ocupadas en encender un cigarrillo. Cojo otra caja. Ésta es muy pesada. Supongo que contiene libros. Me han dicho que allí los inviernos son realmente duros y que no hay nada mejor que pasarlos leyendo.

Cuando regreso al pickup, el sheriff todavía está allí, con un cigarrillo apagado en la comisura de los labios. Se ha agachado y contempla el parachoques, donde tengo colocado una pegatina de la Organización. Supongo que no sabe qué demonios significan esas siglas. Cuando le observo mejor me doy cuenta de que es mayor de lo que había supuesto. Se levanta y observa cómo me afano en arrastrar una caja de la parte de atrás del pickup y en cargar con ella.

–¿Qué ha venido a hacer aquí, señor Johnson? –me pregunta por fin.

Cargado con la pesada caja, me detengo y le miro. El pastor me había advertido que antes o después los oficiales de la ley acaban por hacer esa pregunta. Al sheriff del condado de Essex, sin duda, no le gusta andarse por las ramas.

–Me hablaron de este sitio. Soy escritor y necesitaba un poco de tranquilidad.

Sigo llevando cajas al interior de la casa durante un rato; mientras, el sheriff continúa mirándome. Comienzo a sudar, pero decido seguir con la chaqueta puesta. Pasa quizá media hora y me queda una sola caja cuando habla de nuevo.

–¿Está seguro que esté es un buen sitio para alguien como usted?

¿Sólo eso? Sí, sólo eso. Así fue como comenzó.

DuBois JOHNSON, En la montaña verde, PR Ediciones, Madrid, 2011.