—Si tú estuvieras loco por una mujer, pero mucho mucho, muchísimo, enamorado como en las películas... —sólo entonces, al sentir la necesidad de hacer en voz alta aquella pregunta, empecé a entenderlo, pero él, pendiente de tapar bien la cacerola para que no se le escapara ningún cangrejo vivo, asintió sin mirarme—. ¿Tú le pintarías las uñas de los pies?
—¿Yo? —y menos mal que el agua ya había empezado a hervir, porque se dio la vuelta con la tapa en la mano para mirarme con ojos de alucinado—. ¡Pero qué dices! ¿Cómo iba a hacer yo una cosa así? ¡Ni que fuera maricón!
—Ya —no esperaba otra respuesta, pero me quedé pensando igual—. Porque tú crees que una cosa así sólo puede hacerla un maricón.
—Pues claro. Hay que ver, Nino, qué cosas tienes...
Almudena GRANDES, El lector de Julio Verne, Tusquets, Barcelona, 2012.