Mehmet Gündüz, magistrado del tribunal de Izmir, comenzó a redactar el veredicto. Al principio había sentido por Eyüp Şafak, el acusado, una reprobable e indigna antipatía. Sin embargo, ahora que todo iba a acabar, se apiadaba de él. El fiscal se había perdido en un laberinto nomológico que gustaba poco a Gündüz: ni siquiera había ofrecido pruebas concluyentes de que Şafak se hubiera encontrado con el profesor Tarhan en el yacimiento; toda su acusación se basaba en aquellos besantes encontrados en el domicilio de Şafak. El juez lo tenía decidido: el acusado recibiría una pena alta, sí, pero no tanto como para no pensar en reducirla con un recurso. Seguro que el abogado de Şafak podría utilizar alguna triquiñuela para obtener su libertad en poco tiempo. Para entonces, familia, políticos y periodistas, sobre todo estos últimos, ya no prestarían atención al proceso. Los años en prisión pasarían como un sueño.
Francisco RAMÓN, Veredicto.