Su padre, también policía, al menos había disfrutado de la dignidad que proporcionaba formar parte de la dictadura del proletariado y había experimentado qué significaba ser económicamente igual que los demás en una sociedad igualitaria. Ahora, en los noventa, el mundo había cambiado: las personas se medían según su dinero. El camarada Deng Xiaoping dijo: "A algunos se les debería permitir hacerse ricos antes que a otros". Y así fue, sin duda. Y en este país socialista, convertirse en rico significó convertirse en glorioso. Para quienes no se hicieron ricos no importó lo mucho que trabajaron: el People's Daily no les dedicó una sola línea.
Xiaolong QIU, Cuando el rojo es negro, Almuzara, Córdoba, 2009.