"No hubo una palabra ni un beso. Le deshice la trenza y jugué con el pelo, que era muy lacio, y después con ella. No volveríamos a vernos y no supe nunca su nombre."
"No incurrí en el error de preguntarle si me quería. Comprendí que no era el primero y que no sería el último. Esa aventura, acaso la postrera para mí, sería una de tantas para esa resplandeciente y resuelta discípula de Ibsen."
"Por indecisión o por negligencia o por otras razones, no me casé, y ahora estoy solo."
"Una línea de Blake habla de muchachas de suave plata o de furioso oro, pero en ella estaban el oro y la suavidad."
"Sé que estaba enamorado de Ulrica; no hubiera deseado a mi lado ninguna otra mujer."
"Nada me dolía tanto como pensar que paralelamente a mi vida Beatriz iría viviendo la suya, minuto por minuto y noche por noche."
"Sé que mi rasgo más notorio es la curiosidad, que me condujo alguna vez a la unión con una mujer del todo ajena a mí."
"Si no hay bajo los cielos un hombre que no haya mirado a una mujer para codiciarla, todos hemos adulterado."
"Quería plenamente a su novia, pero se había dicho que un hombre no debe pensar en mujeres, sobre todo cuando le faltan. El campo lo había acostumbrado a la castidad."
"La dejé o ella me dejó, lo cual es lo mismo."
Jorge Luis BORGES, El libro de arena, Alianza, Madrid, 1997.