Acudió el fraile y Miguel Castro abrió un ojo y habló para decir que quería confesión. Apartámonos todos una pieza y fray Jordi lo anduvo confesando, mas antes de darle la absolución, Miguel Castro tuvo un escrúpulo y dijo a fray Jordi: "Padre cura, algo más hay que decir." Y dijo fray Jordi: "Dilo, hijo mío, y descansa en el Señor." Y él dijo: "Es una duda que he tenido toda mi vida y no quiero irme con ella: la Santísima Trinidad, ¿es una persona o son tres?" "Hijo mío -le dijo el fraile-, ése es un misterio de la Santa Teología. Son tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, juntas en una." Mas este comento no satisfizo a Miguel Castró y tornó a preguntarle la misma duda. Y fray Jordi le explicó, con muy concertadas razones, el misterio de la Trinidad y ponía la voz persuasiva para decirle que es como tres regatos que se juntan en un solo arroyo, que es como tres cabos de velas juntas en una sola llama, que es como dedos que se juntan en una mano. A lo que replicó Miguel Castro, que ya tenía los ojos cerrados y estaba más blanco que el papel, que los dedos de la mano eran cinco y fray Jordi contestó, impacientándose, que la mano que él tenía pensada sólo tenía tres dedos. Calló un poco Miguel Castro y siguió el fraile hablándole paternalmente y ya parecía que lo tenía convencido y levantaba la mano para la bendición absolutoria cuando en ese momento abrió Miguel Castro los ojos muy abiertos y le dijo: "Fray Jordi, que aún no me tiene persuadido, que no entiendo si es una persona o si son tres." A lo que fray Jordi le replicó, con voz incomodada y enfadosa: "Y a ti que te importa si son tres personas. ¿Es que acaso las vas a tener que mantener?" Y luego le dio la absolución sin más plática y le dejó caer la cabeza muy enfadadamente.
Juan ESLAVA GALÁN, En busca del unicornio, Planeta, Barcelona, 1999.