Hizo su aparición Goering. El aspecto del personaje era realmente sorprendente: parecía ataviado para un baile de máscaras, cuando yo suponía que el motivo de convocarnos allí más bien tenía que ser cosa grave o seria por lo menos. Vestía camisa blanca de cuello bajo y, encima de ella, un jubón de cuero verde sin mangas, con gruesos botones de cuero amarillo. Seguía luego un pantalón corto y gris y, hasta la rodilla, unas medias de seda del mismo color realzaban graciosamente las ya de suyo considerables pantorrillas, terminando por abajo el indumentario en unas botas de media caña o katiuskas, en contraste con la delicada seda de las piernas. Pero a todo esto aventajaba sin duda la rutilante fantasía de un cinturón de cuero rojo, ricamente guarnecido en oro, que ceñía su vientre y alojaba en ancha funda del mismo cuero y color, profusamente esmaltada de chatones de oro, un bamboleante puñal de lujo.
Erich von MANSTEIN, Victorias frustradas, Inédita, Barcelona, 2006.