"Los trudentes veneraban las cabezas de los enemigos muertos. Las conservaban en sal y las momificaban exponiéndolas al ardiente sol del mediodía sobre los mástiles de sus tiendas. Creían que las cabezas de los muertos los protegían de la muerte."
"Se equivocó de habitación y entró, sin anunciarse, en la cámara donde un negro sudanés contentaba por vía posterior al cadí mayor del puerto."
"Le explicó lo que es ser soldado. Te dan de comer una bazofia diaria para que no te falten las fuerzas, pero, por Alá, te muelen a palos, te extenúan en los entrenamientos y luego te ponen delante de los francos, vestidos de hierro, unas malas bestias que cuando embisten con sus lanzas son capaces de hacer un agujero en las murallas de Babilonia."
"Quizá tuviera el don de detener las hemorragias de las doncellas, o de consolar la melancolía de las viudas, o de leer el destino de los creyentes desorientados por las complejidades de la vida."
"Una burra domitila, blanca, grandona, que nos hace hermanos de leche y cuando a uno lo hieren se reparte el dolor entre docena y media, lo que lo hace más llevadero. Pero los orgasmos también se reparten; por eso tenemos reputación de insaciables."
"Quizá servimos a la Abominación los que nos servimos a nosotros mismos, los que nos hemos rebelado contra el orden establecido, contra las jerarquías, los papas, los reyes, las leyes de los poderosos que nos oprimen y nos explotan a cambio de una dudosa promesa de felicidad futura en el brumoso reino de Dios."
"Busca al rubio en Occidente, en tierra de cristianos. Barrunto que tomará ese camino. Lo matas, te matan y ganas el Paraíso."
"Siguió el intercambio de insultos que, en los preliminares del enfrentamiento requiere la batalla por norma bizantina en la que está permitido cagarse en los muertos del adversario hasta la tercera generación y no más, a fin de evitar que el insulto afecte a gente ajena."
"Los abades archimandritas estaban obligados a igualar la Santísima Erección antes de ordenarse en el cargo porque, como había dicho el santo Focio, la iglesia no quiere eunucos."
"Exploró la guarida de la dragona: un dilatado lecho de huesos viejos y de cadáveres en distinto estado de consunción, no sólo de humanos sino, a juzgar por las trazas, de animales grandes y de orcos. Había también fragmentos de lanzas, espadas cubiertas de herrumbre, hierros corroídos por la poderosa orina del reptil."
"Se había apuntado en la lista de los spiracos, como llamaban a los profesionales que visitaban a domicilio a las damas de casas pudientes y palacios."
"La puerta tenía un picaporte de trinquete, que permitía cerrarla desde fuera sin llave."
"Su vida es como una rosa al sol del estío, pero esa misma brevedad la hace sublime."
"El justillo apretado para resaltar unos encantos que formaban parte de la oferta del establecimiento."
"Los mozos levantaron al muerto y se lo llevaron a la corraliza trasera para alimentar a los cerdos, según la incivil pero higiénica costumbre del Peloponeso. Aunque sólo lo hacen con los que mueren en pecado, sin confesión."
"Soñó que atravesaba una región devastada por la guerra, las aldeas quemadas, los trigales incendiados, los árboles talados, los buitres hartos de carroña a lo largo de los caminos."
"Había acumulado demasiados recuerdos terribles en la bolsa de la memoria, tantos que incluso los fugaces recuerdos felices se teñían de amargura."
"La verdad turba. El que atisba la luz no puede vivir ya en la oscuridad y eso, es, a veces, un peso insoportable."
Juan ESLAVA GALÁN, Los dientes del dragon, Devir, Barcelona, 2004.