Si analizáis las guerras de verdad que se libran ahora mismo, siempre aparecen dos armas, una y otra vez: el AK-47 y el RPG-7. Ambas son de diseño ruso, y ambas más viejas que vuestros padres.
Ésas son las armas que cuentan, porque ya están ahí, en millones de unidades, suficientes para equipar a todos los ejércitos guerrilleros del mundo, tan sencillas de manejar que hasta un chico campesino con un coeficiente intelectual muy justito puede dispararlas, y lo bastante baratas como para comprar al por mayor.
El RPG se estrenó contra nuestros chicos en Vietnam. El Vietcong y el ejército norvietnamita emplearon el RPG como arma antiblindada a nivel de patrulla, y funcionó tan bien que el dinero invertido en nuestros carros y vehículos blindados no sirvió de nada.
Vietnam fue sólo el comienzo de la carrera del RPG. Pensad ahora en Mogadiscio, año 1993. Todo aquel desastre de Black Hawk derribado pasó porque unos yihadistas afganos que se habían retirado a Mogadiscio -lugar agradable y pacífico, comparado con Kandahar- enseñaron a los somalíes a utilizar el RPG-7 como arma antiaérea, cosa que los diseñadores rusos nunca tuvieron en mente.
En su primera guerra contra Rusia, los chechenos descubrieron que el RPG es el arma perfecta para el combate urbano.
Gary BRECHER, Hazañas y chapuzas bélicas, Los Libros del Lince, Barcelona, 2010.