Existe allí otra isla que es muy bonita, buena, grande y está densamente poblada, donde impera la siguiente costumbre. En la primera noche de bodas, la novia yace con otro hombre para que le quite la virginidad, servicio que se retribuye bien y se agradece mucho. Hay determinados hombres en cada ciudad que no sirven más que para eso; se les llama cadeberiz, que quiere decir "los locos de la vana esperanza". Las gentes de este país consideran que el desvirgar a una mujer es una cosa muy peligrosa, pues creen que la vida de quien lo hace corre peligro. Si el marido descubre que su mujer sigue siendo virgen la noche siguiente de haber yacido con el hombre designado para tal fin, quizá por embriaguez del individuo o por alguna otra causa, entonces acusará a dicho individuo de no haber cumplido con su tarea, y le reprenderá de una forma tan cruel, como si el delito hubiese sido intentar matarlo. Pero, después de esa primera noche en que las mujeres han sido desvirgadas por otro, se conducen con mucho recato y no osan hablar con hombre alguno. Les pregunté la razón por la que mantenían esa costumbre, y me dijeron que antiguamente algunos hombres habían muerto por desvirgar a doncellas que tenían dentro de su cuerpo serpientes, que picaban sus penes, provocándoles una muerte instantánea. Por eso, por temor a morir, mantienen la costumbre de que sean unos hombres determinados los que desvirguen a sus esposas. Prefieren que sea otro el que primero experimente el recorrido, evitando así correr riesgos.
Los viajes de Sir John Mandeville, Cátedra, Madrid, 2001.