Sospechaba que el tribunal supremo tenía preparado el fallo desde antes del juicio. Resignado, Dobrowolski esperaba que todo acabara pronto. El escándalo había sido mayúsculo: la noticia saltó, en unos pocos días, de los periódicos provinciales a los nacionales. Los inculpados habían sido llevados de un tribunal a otro, como en una procesión; hubieran deseado estar en otro planeta. Los inculpados, todos ellos de la sección de mantenimiento, se enfrentaban a diversas condenas, pero la fiscalía sólo pedía la pena capital para Dobrowolski. Su abogado le dijo que nada se podía hacer, que las pruebas eran irrefutables, que, en cualquier caso, era necesario que alguien asumiera la responsabilidad. Los testigos le acabaron convenciendo de que era culpable. En el juicio se distraía dibujando un pájaro en la hoja que le habían entregado para tomar notas. Cuando el severo juez decano leyó la sentencia, se sintió aliviado.
Andrzej NOWAK (ed.), Pequeña Polonia, El Olivo, Jaén, 2011.