Era la primera vez que entraba en la parroquia como sacerdote. El párroco me pidió que lleváramos a los niños de catequesis -que eran muchos, unos ciento y pico- a la capilla y que hiciéramos una oración antes de comenzar cada uno con su grupo.
Yo entré en la capilla y aquello parecía la guerra de las galaxias: todos allí trasteando, uno tirando de la coleta a la niña de delante, otros discutiendo. Entonces me puse algo serio y dije: "¿Es que no vais respetar aquí a un cura? ¿No os dais cuenta de quién está aquí?".
Y preguntaban: "Pero, ¿quién está aquí?".
Yo miré al Sagrario y les dije: "Aquí está Jesucristo, el que nació de la Virgen María, el que anduvo sobre las aguas, el que multiplicó los panes y los peces, el que resucitó a Lázaro, el que murió y resucitó al tercer día, el que está sentado a la derecha del Padre". Y todos se quedaron mirando, sin acabar de creérselo. Hasta que, al final, uno levantó la mano y dijo: "¿De verdad, lo dices de verdad, en serio?". "Que sí, que lo digo en serio", respondía yo. Y me dice: "¿Y por qué no abrimos la caja?".
Pablo DOMÍNGUEZ PRIETO, Hasta la cumbre, San Pablo, Madrid, 2009.