Hay una distinción significativa entre socialismo y socialdemocracia. El socialismo buscaba el cambio transformador: el desplazamiento del capitalismo por un régimen basado en un sistema de producción y propiedad completamente distinto. Por el contrario, la socialdemocracia representaba un compromiso: implicaba la aceptación del capitalismo -y de la democracia parlamentaria- como marco en el que se atenderían los intereses de amplios sectores de la población que hasta entonces habían sido ignorados.
Estas diferencias son importantes. El socialismo -bajo sus numerosas guisas y avatares con guiones- ha fracasado. La socialdemocracia no sólo ha llegado al poder en muchos países, sino que su éxito ha superado los sueños más ambiciosos de sus fundadores. Lo que a mediados del siglo XIX era idealista y, cincuenta años después, un desafio radical, se ha convertido en la política cotidiana en muchos Estados liberales.
Tony JUDT, Algo va mal, Taurus, Madrid, 2011.