Leyendo las informaciones de los agentes se aprende a conocerlos sin haberlos visto nunca. Se captan sus cualidades, sus defectos, se conocen sus miedos, sus aprensiones, sus neurosis si las tienen. Se llega, incluso, a imaginarlos físicamente. Cuando leía algunos párrafos de los microfilmes o las síntesis enviadas por los agentes, sabía cuándo mentía el autor del documento, cuándo quería disculparse o ponerse de relieve presumiendo de haber enrolado a tal o cual agente. En Sudáfrica, por ejemplo, teníamos un agente muy trabajador y operacional que operaba a diestro y siniestro. Nos llenaba de informaciones inútiles sobre las relaciones entre afrikaners y negros, entre tribus. Los sabía todo sobre los grupos nacionalistas, quién los financiaba y para quién trabajaban. Eso no nos servía de nada en nuestra lucha contra los alemanes, pero le dejábamos trabajar. Leyendo sus informes, advertí que esa era la única razón de su vida.
Yuri MODIN, Mis camaradas de Cambridge, Planeta, Barcelona, 1995.