Jorge Luis BORGES: "Nadie puede leer dos mil libros. Yo no habré pasado de una media docena. Además no importa leer, sino releer."

sábado, 14 de mayo de 2011

SABATO: Tratando de escribir alguna página que sea algo más que un borrador

Caminaban por la calle Perú; apretándole un brazo, Bruno le señaló a un hombre que caminaba delante de ellos, ayudado con un bastón.
—Borges.
Cuando estuvieron cerca, Bruno le saludó. Martín se encontró con una mano pequeña, casi sin huesos ni energía. Su cara parecía haber sido dibujada y luego borrada a medias con una goma. Tartamudeaba.
—Es amigo de Alejandra Vidal Olmos.
—Caramba, caramba... Alejandra... pero muy bien.
Levantaba las cejas, lo observaba con unos ojos celestes y acuosos, con una cordialidad abstracta y sin destinatario preciso, ausente.
Bruno le preguntó qué estaba escribiendo.
—Bueno, caramba... —tartamudeó, sonriendo con un aire entre culpable y malicioso, con ese aire que suelen tomar los paisanos argentinos, irónicamente modesto, mezcla de secreta arrogancia y de aparente apocamiento, cada vez que se les pondera un pingo o su habilidad para trenzar tientos—. Caramba... y bueno..., tratando de escribir alguna página que sea algo más que un borrador, ¿eh, eh?...
Y tartamudeaba haciendo una serie de tics bromistas con la cara.
Y mientras caminaban hacia la casa de Rinaldini, Bruno lo veía a Méndez diciendo sarcásticamente: ¡Conferenciante para señoras de la oligarquía! Pero todo era mucho más complejo de lo que imaginaba Méndez.
—Es curioso la calidad e importancia que en este país tiene la literatura fantástica —dijo—. ¿A qué podrá deberse?
Tímidamente Martín le preguntó si no podía ser consecuencia de nuestra desagradable realidad, una evasión.
—No. También es desagradable la realidad norteamericana. Tiene que haber otra explicación. En cuanto a lo que Méndez piensa de Borges...
Se sonrió.
—Dicen que es poco argentino —comentó Martín.
—¿Qué podría ser sino argentino? Es un típico producto nacional. Hasta su europeísmo es nacional. Un europeo no es europeísta: es europeo, sencillamente.
—¿Usted cree que es un gran escritor?
Bruno se quedó pensando.
—No sé. De lo que estoy seguro es de que su prosa es la más notable que hoy se escribe en castellano. Pero es demasiado preciosista para ser un gran escritor. ¿Lo imagina usted a Tolstoi tratando de deslumbrar con un adjetivo cuando está en juego la vida o la muerte de uno de sus personajes? Pero no todo es bizantino en él, no vaya a creer. Hay algo muy argentino en sus mejores cosas: cierta nostalgia, cierta tristeza metafísica...

Ernesto SABATO, Sobre héroes y tumbas, Seix Barral, Barcelona, 1991.